Aunque quizá pude haber perecido en medio de tanta confusión, tanto drama en que me vi envuelta contra mi voluntad y otro tanto en el que me envolví por propia decisión. Quizá me haga falta escribir como antes para desahogarme de todo; sin embargo me da miedo empezar porque temo no poder parar hasta vomitar la última de mis tristezas. Es cierto que hace más de dos meses no aparezco por aquí, y me entra un incómodo sentimiento de culpa al pensar en ello; sobre todo porque para el primero de esos meses no tengo justificación. Tampoco voy a aventar el choro de que me absorbió el trabajo o de que me quedé sin nada que decir, la verdad es que siempre hay algo de qué hablar, pero de un momento a otro… preferí quedarme callada.
Luego, llegó un pretexto para mi ausentismo… o un motivo para quedarme más callada todavía. Me refiero a la muerte de mi progenitor, lo cual no se me antojó la más grande de las desgracias, ni una evidencia de que la vida es injusta o eso; más bien asimilé rápidamente que mi padre finalmente había sucumbido a su vicio por el alcohol. Por que no, cuando me enteré no se me vino el mundo abajo; ni si quiera se nubló un poquito; no se movió ni un milímetro…. ¡no pasó nada!... no sentí nada. Y ahora, la certeza de no haber sentido dolor cuando se supone que debió de habérseme destrozado el alma o el corazón (o lo que sea que dicen que le duele a uno cuando una de las personas que te dio la vida se muere) me hace sufrir. Tal vez porque me di cuenta de que soy un monstruo insensible o porque es terrible enfrentar el inevitable hecho de que nunca pude sentir por él lo que debí sentir (llámese amor o lo que sea).
Sin embargo, no estoy diciendo que aquello no me haya dejado conmocionada, de hecho, fue algo muy impresionante para mí todo el show, porque fue la primera vez que asistí a un cortejo fúnebre… sumémosle a eso que mi debut haya sido con ‘un ser querido’. Haberlo visto ahí tendido, amortajado… muerto; ha sido una de las experiencias más horribles por las que he tenido que pasar. Amén de las situaciones que se dieron, derivadas de haber sido hija bastarda (aunque reconocida) y que me causaron tanto asco y repulsión que estoy sorprendida de no haberme puesto a gritar en pleno sepelio.
Al final, llego a la conclusión de que mi carencia de tristeza se debe a la tranquilidad de mi conciencia. Porque quizá lo odié por muchos años… no estoy segura de haberlo perdonado alguna vez… pero sé que mi hijo ho amaba y con eso me siento satisfecha. Lo suficiente como para no sentir tanto su muerte. Todos me dicen que Vladimir es el vivo retrato de mi padre, supongo que en cierta parte tienen razón. Por lo menos, sé que no me dejé dominar por el egoísmo y desde el día que mi hijo nació convivió con su abuelo.
Hoy, poco más de un mes después, sigo sin poder sacarme de la cabeza esa canción de Vegas: “y ahora es la memoria mi guía, porque eso sí, pienso en ti cada día…”. De cualquier forma ya dediqué toda una tarde a ahogarme en llanto, a recordar las cosas que me gustaban de él y las que odiaba, a pensar que la mitad de lo que soy es gracias a él (afortunada o desafortunadamente) y a evadirme un poco de todo eso que se supone que ahora se espera de mí.
Como sea, yo sigo haciendo las mismas cosas y disfrutando de todo eso que me hace feliz. Después de todo ¿no está mejor el señor Sotelo ahora que se libró de todo lo que implica la vida? Por lo menos él ya descansa en paz…
Luego, llegó un pretexto para mi ausentismo… o un motivo para quedarme más callada todavía. Me refiero a la muerte de mi progenitor, lo cual no se me antojó la más grande de las desgracias, ni una evidencia de que la vida es injusta o eso; más bien asimilé rápidamente que mi padre finalmente había sucumbido a su vicio por el alcohol. Por que no, cuando me enteré no se me vino el mundo abajo; ni si quiera se nubló un poquito; no se movió ni un milímetro…. ¡no pasó nada!... no sentí nada. Y ahora, la certeza de no haber sentido dolor cuando se supone que debió de habérseme destrozado el alma o el corazón (o lo que sea que dicen que le duele a uno cuando una de las personas que te dio la vida se muere) me hace sufrir. Tal vez porque me di cuenta de que soy un monstruo insensible o porque es terrible enfrentar el inevitable hecho de que nunca pude sentir por él lo que debí sentir (llámese amor o lo que sea).
Sin embargo, no estoy diciendo que aquello no me haya dejado conmocionada, de hecho, fue algo muy impresionante para mí todo el show, porque fue la primera vez que asistí a un cortejo fúnebre… sumémosle a eso que mi debut haya sido con ‘un ser querido’. Haberlo visto ahí tendido, amortajado… muerto; ha sido una de las experiencias más horribles por las que he tenido que pasar. Amén de las situaciones que se dieron, derivadas de haber sido hija bastarda (aunque reconocida) y que me causaron tanto asco y repulsión que estoy sorprendida de no haberme puesto a gritar en pleno sepelio.
Al final, llego a la conclusión de que mi carencia de tristeza se debe a la tranquilidad de mi conciencia. Porque quizá lo odié por muchos años… no estoy segura de haberlo perdonado alguna vez… pero sé que mi hijo ho amaba y con eso me siento satisfecha. Lo suficiente como para no sentir tanto su muerte. Todos me dicen que Vladimir es el vivo retrato de mi padre, supongo que en cierta parte tienen razón. Por lo menos, sé que no me dejé dominar por el egoísmo y desde el día que mi hijo nació convivió con su abuelo.
Hoy, poco más de un mes después, sigo sin poder sacarme de la cabeza esa canción de Vegas: “y ahora es la memoria mi guía, porque eso sí, pienso en ti cada día…”. De cualquier forma ya dediqué toda una tarde a ahogarme en llanto, a recordar las cosas que me gustaban de él y las que odiaba, a pensar que la mitad de lo que soy es gracias a él (afortunada o desafortunadamente) y a evadirme un poco de todo eso que se supone que ahora se espera de mí.
Como sea, yo sigo haciendo las mismas cosas y disfrutando de todo eso que me hace feliz. Después de todo ¿no está mejor el señor Sotelo ahora que se libró de todo lo que implica la vida? Por lo menos él ya descansa en paz…
2 comentarios:
Bueno, se te echaba de menos, la verdad, y no tienes que poner excusas porque esto de los blogs nunca tiene que ser una obligación. Y mira, que se muera un padre es algo muy duro, supongo que aunque no sintieras el amor que "deberías" sentir por él es duro por fuerza... así que me alegro de que estés de vuelta. Y siento tu pérdida, aunque no haya sido de esas que te parten la vida en dos, porque estas cosas siempre duelen.
Un beso!!
Gracias Sonix, siempre me ha gustado tu sinceridad!! Y bueno, lo importante es salir de estos 'tragos amargos' sabiendo que hay alguien ahi para apoyarte y darte ánimos. Gracias de verdad!!
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