Como se imaginarán hoy es el primer día de las madres que festejo, bueno, que me festejan a mí; aunque el año pasado recibí flores porque ya estaba embarazada de mi niño, así que, en teoría ya era una mamá. Pero no cuenta, porque no tenía en mis brazos a Vladimir y ni remotamente sentía la alegría que siento ahora al abrir los ojos y que él me de los buenos días con una hermosa sonrisa. Aunque ahorita mi bebé no sea consciente de la fecha, ni me felicite ni nada, la verdad es que me siento orgullosa y feliz de tener un hijo tan hermoso y tierno que sé que algún día me dará muchas satisfacciones, o por lo menos eso espero.
Ahora voy a rememorar todos aquellos diez de mayo en que festejé a mi madre con todo el protocolo debido, en otras palabras: los festivales de la escuela. Que levante la mano aquél que nunca hizo el ridículo al ponerse vestuarios extravagantes y bailando junto a todos los compañeros de su clase coreografías que, en otras situaciones, por nada del mundo, bailarían. Apostaría a que todos alguna vez llegamos a hacerlo, todo por amor a nuestra querida progenitora. Creo que en mi caso lo hice durante mis seis años de estancia en la primaria, lo cual no me hace sentir muy orgullosa. Entre mis más oscuros recuerdos están Sopita de caracol; el más nefasto de los ritmos, llamado Caballo Dorado y unos bailes típicos de “no se donde” en el que las chicas usábamos unas faldas enormes y súper pesadas y los chicos llevaban machetes (de verdad, pero sin filo). Supongo que para las mamás era el más hermoso de los regalos, ver a sus hijos hacer el ridículo; pero ¡ah! mi madre no se contentaba con eso, ella también se esforzaba en confeccionarme mis vestuarios y toda la cosa para que yo fuera “la más bonita de todas”.
Cuando al fin llegué a la secundaría, pensé que me había librado de todo eso, pero estaba muy equivocada. Porque estaba el típico profesor cazatalentos que se dio cuenta de que yo era buena para eso de la cantada y, otra vez, año tras año me puso, junto con un chico que tocaba la guitarra y otras dos o tres chicas haciéndome coros, a cantar Amor Eterno, Señora señora señora (o como se llame) y todo el repertorio de canciones propias para esta fecha. Por suerte la secundaria dura sólo tres años y ya en la prepa, afortunadamente, nadie pela estas cosas. Y entonces tienes toda la libertad de festejar a tu mamá como mejor se te antoje. En mi caso lo clásico son los pasteles, en esta familia tenemos debilidad por lo dulce.
Ahora les presumiré la tarjeta que me hizo mi bebe en la escuela.
Jeje, bueno, lo único que hizo él fue plasmar su manita encima, pero no importa ¡es mi primer tarjeta!
Y este es mi regalo, que lógicamente tampoco lo hizo él y ni siquiera fue sorpresa (porque yo tuve que poner el dinero) pero está bonito:
Finalmente quiero felicitar a todas las mamás, la mía y las de ustedes, ya que se merecen todo el amor del mundo y sin ellas pues simple y sencillamente no existiríamos. Hasta la próxima!
1 comentario:
Cierto!! Cómo olvidar los bailes de la primaria y el oso que hacías, aunque a las mamás les gustara. Y claro, Feliz Día!!!!
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