Mi blog de rarezas, lo que me pasa, lo que veo, lo que leo,
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entre miles de chifladuras más!

sábado, 17 de julio de 2010

Enrique Bunbury, en Otra Dimensión.


Esta semana tuve la oportunidad de ir a ver un concierto de Enrique en tercera dimensión y en la pantalla grande. Sólo tengo una palabra para definirlo: ¡Espectacular! Desde el momento en que me enteré que lo exhibirían en un cine cerca del centro de la Ciudad de México, hice lo posible para asistir a él. Lo complicado era que obvio no podía llevar a Vlad, así que tuve que arreglármelas para que mi mami me lo cuidara.

Total, francamente valió la pena el sacrificio de dejar unas horas a mi bebé. Nunca había visto un espectáculo tan padre. Obvio que ver a mi adorado Enrique en vivo es alucinante y un concierto suyo no lo cambiaría por nada, pero esto casi va más allá de eso. En primer lugar porque aquí estamos hablando de la pantalla grande (sin mencionar que el cine es una de mis grandes pasiones), a eso hay que sumarle que el concierto está grabado en 3D y tenemos un resultado impresionante.

La función comenzaba a las 10.00pm, pero yo, como la mayoría de la gente, llegué desde media hora antes. La sala se fue llenando poco a poco, hasta quedar a tope. Unos hablaban de su próximo concierto en el Auditorio Nacional, otros de lo guapo que es, unos más de lo impacientes que estaban porque comenzara la función. Por fin se apagaron las luces y se hizo el silencio (exceptuando unos cuantos gritos de euforia). El concierto empezó. Se trataba de un escenario tipo su video De Todo el Mundo medio combinado con el estilo de Hellville de Lux. Salió el con un estuche de guitarra decorado con huesos (loquísimo), lo depositó en el suelo y sacó su guitarra. Comenzó a sonar El tiempo de las Cerezas… “es momento de ir yéndose poco a poco, el tiempo de las cerezas nunca llega a noviembre, no me apetece escribir, hay otras formas de huir…” todo el público (obvio yo incluida) comenzamos a cantar junto con nuestro ídolo. Una experiencia audiovisual fuera de lo común, al grado de sentir a sentir a ratos que estabas entre el verdadero público o, en otros momentos, ahí en el escenario junto a él.

Todo se veía en blanco y negro, pero con una producción sin precedentes. Luego de la primera rola, cantó las canciones de su más reciente producción: El Boxeador, De Todo el Mundo, Frente a Frente y Los Habitantes. Luego cambió el escenario para trasladarse a la parte frontal de un bar como muy junto a la carretera… (o bueno, así me lo imagino yo, ustedes me entenderán) con un anuncio de neón y toda la cosa. Comprendí que en realidad se trataba de un escenario de 360 grados, compuesto por dos partes. Aquí ya se veían los colores y todo. Cantó sus éxitos: Infinito, Lady Blue, Sácame de aquí, Sí, El Aragonés Errante, El Extranjero (no precisamente en ese orden). Poco después de la mitad cambió su atuendo por un traje de satén morado con el que se veía excepcionalmente guapo y ¿Por qué no decirlo? Lucía un trasero exquisito… sí, aunque se oiga perverso.


Forzosamente tuvo que cantar Al Final… mi canción favorita entre todas, con lo que casi me vuelvo loca de la emoción. Y se despidió definitivamente con Viento A Favor. Lo repito, un espectáculo sin precedentes y que dudo mucho que se repita pronto. Definitivamente los fans quedamos satisfechos y los que no lo eran también debieron de salir contentos, porque aunque no les gustaran las canciones, dudo que alguien haya quedado indiferente ante tal experiencia. Y bueno, para los que quizá no tengamos la suerte de asistir a su próximo concierto, pues ya por lo menos no nos quedamos con las ganas de una probadita.

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