Era de noche y la luna
se reflejaba en tus pupilas,
los ángeles se escondían
temerosos de tu partida,
a mis pies el abismo
y en tus manos mi vida,
mis labios temblaban
y mi alma moría.
Rotos los cristales del sueño
y en el suelo restos de vida;
las flores perdían su belleza,
los dioses perdían sabiduría,
un corazón palpitante
enterrado en melancolía,
buscaba algún dulce amante
que lo rescatase de la agonía.
Entonces quedé perdida en un sueño
suspendida en una ardiente llama,
a los ojos de un ser soberbio
mi alma a poco se incendiaba.
Por dolor, por hambre y por miedo
me arrancaba los ojos y los mordisqueaba,
se llenaba de sangre mi boca
y mis pupilas tragaba.
Te tragaba a ti con mis pupilas
porque en ellas estabas plasmado,
en mi garganta sentía tanto el calor
de tus ojos como el color de tus labios.
La luna se desprendió de mi cielo
quedando un hueco que rellené con mi miedo,
envié un ángel para ti mi verdugo
y lo devolviste a su vil desconsuelo.
La noche terminaba y la luna
ya no existía ni en tus pupilas,
un ángel se enfrentó al sol
y este lo hizo cenizas,
la sangre reunida en su corazón
se regó en un rosal y sus espinas,
las rosas se hicieron más bellas
y las espinas desgarraron mi vida.
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