Un nombre escrito con sangre,
un deseo ahogado en llanto,
un adiós que se repite en la mente
y el miedo ahorcando al corazón.
El espíritu del amor que clava
los ojos moribundos en el cielo,
dibuja una mueca de dolor
en su rostro pálido lóbrego.
Un verso marchito de terror,
el silencio amedrentando el alma,
peculiar vacío se crea en las entrañas,
la sangre se detiene y se oculta el sufrimiento.
Ojos tristes y manos frías,
la luz atraviesa la piel,
se enciende el interior con odio,
explota y mancha la pared.
Jardines negros y sal de mar,
se quedó en la herida la duda,
desgarra una espina los pies,
los labios no piden ayuda.
La lágrima de una fantasma,
cayendo en la nieve en primavera,
no hay flores y tampoco lluvia,
no hay luna y el sol se ocultó.
Se escondió el deseo
en la garganta de un mudo,
el dolor se apareó con el odio,
parieron venganza y rompieron el cielo,
dejando un agujero del que cayó muerto un dios.
El Pegaso de las alas color marrón
fue sacrificado junto al poeta sin poesía,
en cruces hechas con hermosos diamantes,
despertando la envidia de un vil predicador.
El sueño se convierte en pesadilla,
las arañas entran en la habitación,
con inmundas patas corren por las cortinas,
las brujas no saben deshacer la maldición.
¿Para qué quieres un poema con sentido,
si el delirio se funde con la razón?
Tus sesos quedaron tirados en el suelo
y tu mano el letal revolver soltó.
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